Estatuto

El estatuto universitario es la base fundamental del funcionamiento de la Universidad de Buenos Aires. A 200 años de su fundación te contamos algunas partes del documento que nos motiva día a día. En estos micros podés escuchar los fragmentos que se destacan de nuestro estatuto. 

Locución y artística: Teresa Focaracio Marcón

Edición: Juan Pablo Gelemur, Jorge Gómez, Roy Kachani, Maximiliano Meza, Walter Rojas, Leandro Salas.

100 años de la radio

100 años, 10 décadas, una radio.

A los 100 años de la primera emisión, desde Radio UBA quisimos homenajear su historia y los momentos más importantes e icónicos. En estos micros recorremos por década la vida y obra de nuestra mejor compañera: la radio.

Producción: Candela Crevatini, Julieta Ianuzzi

Locución y artística: Teresa Focaracio Marcón

Edición: Juan Pablo Gelemur, Jorge Gómez, Roy Kachani, Maximiliano Meza, Walter Rojas, Leandro Salas.

Red de Hospitales de la Universidad de Buenos Aires

La Universidad de Buenos Aires tiene una red de hospitales universitarios y en Radio UBA queremos contar su historia y presente. En estos episodios podés conocer sobre los profesionales, sus especialidades, la atención a los pacientes y mucho más de cada uno de nuestros centros de salud.

Locución y artística: Teresa Focaracio Marcón

Edición: Juan Pablo Gelemur, Jorge Gómez, Roy Kachani, Maximiliano Meza, Walter Rojas, Leandro Salas.

EUDEBA

Se puede apilar, se puede doblar, subrayar. Lo que no se puede es olvidar.

EUDEBA, la UBA en libros.

En estos micros radiales dedicados a la Editorial Universitaria de Buenos Aires, junto con Gonzalo Álvarez (Presidente de Eudeba) y Luis Quevedo (Gerente General de Eudeba), recorrimos la historia de la UBA a través de sus libros. En 5 envíos te invitamos a escuchar relatos sobre el nacimiento de Eudeba, su fundación, su rol fundamental en la universidad y en la sociedad argentina, cómo se relaciona la editorial con el resto de la industria del libro tanto en el mundo académico como comercial, y el proceso de selección de su prestigioso catálogo de números. También pensamos juntos la relación que construye Eudeba con sus lectores, con las y los estudiantes y el público en general,  y cómo proyecta su futuro con todos los cambios en los formatos y nuevas plataformas de lectura propias de la convergencia digital.

Producción y entrevistas: Julieta Iannuzzi

Locución y artística: Teresa Focaracio Marcón

Edición: Juan Pablo Gelemur, Jorge Gómez, Roy Kachani, Maximiliano Meza, Walter Rojas, Leandro Salas.

Premios Nobel de la UBA

5 premios Nobel fueron estudiantes, graduados y profesores de nuestra universidad. Carlos Saavedra Lamas, Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir, César Milstein y Adolfo Pérez Esquivel se formaron en nuestros claustros y hoy nos marcan el camino de la excelencia. Desde Radio UBA queremos recordarlos, homenajearlos y contar su historia. Conocé un poco más de los galardonados en estos episodios especiales.

Locución y artística: Teresa Focaracio Marcón

Edición: Juan Pablo Gelemur, Jorge Gómez, Roy Kachani, Maximiliano Meza, Walter Rojas, Leandro Salas.

Las Notables de la UBA

Las Notables de la UBA. Mujeres que rompieron el techo de cristal.

Desde Radio UBA te invitamos a conocer la historia de las primeras mujeres egresadas de la Universidad de Buenos Aires. Profesionales que fueron pioneras, abrieron caminos y enfrentaron las dificultades de su tiempo con conocimiento y compromiso.

En estos capítulos conocé a las notables en el ámbito de la medicina, filosofía y letras, ingeniería,  agronomía, veterinarias, ciencias exactas y naturales y del mundo de las leyes.

Producción: Julieta Iannuzzi

Investigación: Prof. María Clementina González 

Locución y artística: Teresa Focaracio Marcón

Edición: Juan Pablo Gelemur, Jorge Gómez, Roy Kachani, Maximiliano Meza, Walter Rojas, Leandro Salas.

Ayudando a la hormona del crecimiento con nanotecnología

Investigadoras e investigadores de la UBA trabajan en un método para lidiar con la deficiencia de hormona del crecimiento que afecta a niños y niñas. Es un método que permitiría evitar la aplicación diaria, volviéndolo más eficiente, con una liberación controlada, gracias a la nanotecnología. Es decir, tecnología tan diminuta que se ubica a nivel de los átomos, de las células o de los virus.

La hormona del crecimiento es una substancia corporal vital para el desarrollo normal de niños y niñas. A veces ocurre que la glándula pituitaria no fabrica lo suficiente, generando un problema para el desarrollo presente y futuro de niños y niñas. Existen diversos tratamiento, por lo general invasivos, y complejos, por eso investigadoras e investigadores de la UBA buscan volverlos más eficientes valiéndose de la nanotecnología.

“La nanobiotecnología es la disciplina científica que se ocupa del estudio y el desarrollo de sistemas en muy pequeña escala, que llamamos nanométrica, para ser aplicados en múltiples ramas de la biología y la medicina”, explicó Paolo Catalano, docente e investigador de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires. “En mi laboratorio, nos dedicamos a la aplicación de la nanotecnología para la resolución de problemas biomédicos”.

“En la escala nanométrica, la materia posee propiedades distintivas e interesantes que resultan de utilidad para estudiar más profundamente a los sistemas biológicos, para desarrollar mejores sistemas diagnósticos o para mejorar los tratamientos actuales de enfermedades crónicas, entre otros”, aclaró Catalano, también investigador del el Instituto de Nanociencia y Nanotecnología (INN), nodo Constituyentes (CNEA-CONICET).

Trabajando con lo diminuto

Los materiales pueden ser producidos, manipulados y estudiados a diferentes escalas. En la escala nanométrica, los materiales tienen propiedades físicas y químicas diferentes, e interesantes que no se observan en otras escalas. Por eso los científicos eligen trabajar en esa escala, a la hora de luchar contra ciertas deficiencias de nuestro organismo.

“Un nanómetro corresponde a la mil millonésima parte de un metro”, explicó Catalano. “Para hacerlo más gráfico, un nanómetro resultaría de dividir el grosor de un cabello humano en 50.000 partes. Los materiales que denominamos nanoestructurados adoptan distintas formas y configuraciones (esferas, tubos, varillas, espigas, esponjas, entre otros) siempre en una escala entre 1 y cientos de nanómetros”.

“Nuestras investigaciones involucran materiales nanoestructurados biocompatibles. Se trata de materiales en la escala nanométrica, que dada su composición química y estructura resultan compatibles o amigables con los seres vivos. En nuestro caso particular, esto resulta fundamental dado que buscamos desarrollar sistemas que puedan brindar mejores alternativas a los tratamientos actuales para las deficiencias de la hormona de crecimiento en los seres humanos”, contó el experto.

Medicando a escala nano

En los últimos años la administración de medicamentos ha planteado numerosos desafíos a la hora de optimizar la concentración, su liberación en el momento adecuado, y todo esto de la forma menos invasiva. Existen medicamientos que deben ser administrados en momentos muy específicos, con dosificaciones complejas, combinados con otras terapias, y demás requerimientos, que con la ayuda de la nanotecnología pueden hacerse de forma más sencilla, y eficiente.

“Las hormonas son compuestos de alta potencia, es decir, con una pequeña cantidad se logra un gran efecto, y dicho efecto se encuentra fuertemente vinculado al momento de administración de las mismas”, aclaró Catalano. “En el caso particular de la hormona de crecimiento, el tratamiento de su deficiencia involucra la administración crónica de la misma y actualmente existen dispositivos que requieren inyecciones diarias de la hormona. Esto constituye un grave inconveniente para el cumplimiento del tratamiento por parte de los pacientes”.

“Mediante la utilización de partículas nanométricas de un material denominado silica, junto con otro material denominado colágeno, ambos biocompatibles, buscamos desarrollar un sistema que permita alojar a la hormona de crecimiento, protegerla y liberarla de manera paulatina”, explicó el científico de la UBA.

“De este modo, proponemos un sistema basado en biomateriales nanoestructurados que permita una liberación controlada y continua de la hormona y que evite su administración de manera diaria. Esto conllevaría a un mayor cumplimiento del tratamiento por parte de los pacientes mejorando radicalmente la eficiencia del mismo”, concluyó Catalano.

El proyecto recibió recientemente un subsidio, otorgado por la Human Growth Foundation (Fundación de Crecimiento Humano), lo que significa un reconocimiento al trabajo de un equipo de científicos, así como una ayuda económica para los costosos insumos que necesita este tipo de investigación científica. El equipo de investigadoras e investigadores incluye a gente de la UBA, como de otros institutos del Conicet, “quiero destacar al resto de las personas involucradas en el proyecto: Dr. Martín Desimone (IQUIMEFA, UBA-CONICET), Dra. Damasia Becú (IBYME-CONICET), Ing. Luis Villarruel (INN, CNEA-CONICET) y Dra. Belén Brie (IBYME-CONICET) y agradecer a la Dra. Isabel García Tornadú por su apoyo y colaboración”, enumeró Catalano.

Resistencia, integración y creación colectiva

El Carnaval, a lo largo de la historia, fue asociado tanto a celebraciones paganas como religiosas, pero, en ambos casos, no cabe dudas de que se trata de una fiesta permisiva, unos días de euforia y relajación de cosas prohibidas de la sociedad. Hoy, es una fiesta alegre y colorida, de disfraces, música y baile, un regocijo de niños y adultos.

Algunos historiadores datan a los primeros carnavales en la antigua Sumeria, retomado por Egipto y el Imperio Romano, desde donde se difundió por toda Europa, siendo traído a América por españoles y portugueses en la época de la conquista a partir del siglo XV.

Otros dicen que su origen, siempre pagano, se remonta a los tiempos de la antigua Grecia y Roma, en las fiestas dionisíacas griegas y las saturnalias romanas, cuyo significado celebraba el paso de un año a otro. Su legado en los carnavales se ve en el uso de máscaras, desfiles de carros y la sátira política.

Entrada la Edad Media, se volvió religiosa. La palabra Carnaval es un término latino, carnelevarium, que significa quitar la carne. Por esos años, la iglesia católica prohibió el consumo de carne durante la cuaresma cristiana, previa a la Pascua, y entonces, el Carnaval marcaba unos días excepcionales, opuestos a la represión sexual y al severo ayuno de la Cuaresma, que venía inmediatamente después.  

La sociedad de la época estaba empobrecida, con hambrunas frecuentes y muchas diferencias sociales. El Carnaval entonces se usaba para dar un respiro, divertirse e intercambiar los roles sociales donde el pobre se confundía con el rico, la servidumbre con los amos, hombres transformados en mujer. Entonces, a través de máscaras y disfraces se permitía el cambio de identidad, la burla de la jerarquía y la caricatura de lo prohibido y chabacano.  

Finalmente, en el Renacimiento, el Carnaval llegó a las cortes europeas, que, ligada más al teatro, la danza y la música, la fiesta toma un tinte ornamental y auge esplendoroso, donde se destacaban los largos desfiles, carros alegóricos y espectaculares vestidos.

A lo largo del tiempo, aquel Carnaval nacido de las entrañas de las fiestas griegas y romanas se fue trasladando alrededor del mundo, y hoy en día, se pueden ver, siempre a finales de febrero o primeros días de marzo, según el año, los diferentes festejos que, embebidos por la cultura particular de cada región, toman su propia forma. Hoy, se encuentra muy arraigado como celebración popular, alejándose de su significado religioso.

En América llegó con los conquistadores para luego incorporar rasgos aborígenes y precolombinos. En Argentina es un atractivo turístico importante, y tiene características propias en cada región del país.

Argentina: Tres celebraciones diferentes 

En nuestro país podemos distinguir al menos tres tipos de festejos carnavalescos con marcadas diferencias. Por un lado, los del norte argentino, relacionados a fiestas aborígenes como la Pachamama, con influencias peruana y boliviana. Por otro, aquellos que presentan grandes comparsas y carrozas alegóricas, cuyo ejemplo más conocido son los de Corrientes y Entre Ríos, familiarizados con el carnaval brasilero; y por último, los corsos porteños, más relacionados a las murgas rioplatenses y a las canciones de protesta, similares a las murgas uruguayas.

El norteño Diablito Carnavalero
Los carnavales de Jujuy, fundamentalmente en la Quebrada de Humahuaca, se basan en el desentierro y el entierro del Diablo Carnavalero, Coludo o Pujllay, un muñeco que simboliza la liberación de los deseos reprimidos.  Introducido por los españoles en América, se fusionó con rituales nativos destinados a celebrar la fecundidad de la tierra y a honrar a la deidad de la Pacha Mama, por los bienes recibidos.  

La celebración comienza con bailes y carnavalitos una semana antes del gran carnaval, donde los participantes acompañan a las comparsas y se congregan en los alrededores del pueblo para llevar a cabo la ceremonia de desentierro. Allí desentierran a quien fecunda a la Pacha Mama, representado por un muñeco de trapo que fue enterrado en el final del último carnaval. Una vez finalizada la ceremonia, todos bajan cantando canciones y se tiran agua, harina, talco y serpentinas. Durante ocho días, las comparsas bailan carnavalitos por las calles, y a la noche en los locales. El festejo termina el Domingo de Tentación, con el entierro del Diablo, en un hoyo que representa la boca de la Pachamama, junto a cigarrillos, coca, serpentinas y chicha hasta el año siguiente.

Se prueban entonces platos típicos como empanadas, corderos, queso de cabra y bebiendo, entre otras cosas, chicha y entre lamentos se reza para que haya nuevamente diversión al año siguiente. Hay baile y música interpretada con instrumentos autóctonos. Los habitantes se visten con trajes coloridos utilizando cascabeles y máscaras para disfrazarse; se divierten impregnándose la cara con harina y tirándose talco y serpentinas, repartiendo ramitas de albahaca.
En Salta además, se realizan los corsos con numerosas presentaciones de danzas propias y también danzas bolivianas como son los caporales, tinkus, diabladas.  
 

Al Este del Carnaval

La ciudad de Corrientes es la Capital Nacional del Carnaval. La tradición se remonta al siglo XIX, antes de la Guerra de la Triple Alianza, donde Corrientes capital, homenajeaba a San Baltazar con música y baile. En ellos se ve la fuerte influencia del Brasil en el diseño de trajes y la organización de los desfiles, moldeados al estilo de las escolas do samba de ese país. 

Hay disfraces, desfiles y fiestas en la calle, las comparsas elaboran cada año un tema o argumento que desarrollan a través de las distintas secciones de la comparsa. Los trajes típicos son de fantasía cubiertos de piedras, lentejuelas, canutillos y plumas.

Los desfiles tienen lugar en un Corsódromo y su fiesta carnestolenda se encuentra entre los mejores carnavales del mundo junto al de Rio de Janeiro, Niza, Venecia y Nueva Orleans. También se realizan los carnavales barriales que pretenden mantener vivo el espíritu original.

Desde Corrientes, la costumbre se trasladó a Entre Ríos, celebrándose principalmente en Concordia, Gualeguay y Concepción del Uruguay, aunque el centro carnavalesco es Gualeguaychú, donde se construyó un escenario dedicado a la fiesta llamado corsódromo, con capacidad para 35.000 espectadores sentados.

Las comparsas de Gualeguaychú tienen un límite de 250 integrantes como máximo y un tope de cuatro carrozas y cuatro trajes de fantasía. Las diferentes comparsas compiten entre sí para ser elegidas ganadoras. Los rubros son: carrozas (alusividad al tema, proporciones, formas, color, iluminación, construcción y terminación), vestuario (diseño, confección y fidelidad al tema), música y baile (letra, melodía, canto, ejecución, espíritu carnavalesco y expresividad corporal).

Las principales comparsas de Gualeguaychú son Papelitos, O’Bahía, Marí Marí, Kamarr y Ara Yeví, todas con más de veinte años de antigüedad.  

Carnavales ciudadanos: porteños y bonaerenses

La historia de los carnavales en Buenos Aires es un tema muy poco estudiado.  Su origen se remonta a los conquistadores españoles, quienes trajeron un carnaval europeo. En sus albores, los sectores populares participaban con bailes y agua en las calles; este festejo no era bien recibido por las clases altas de Buenos Aires, quienes lo describen como una “costumbre bárbara”.

En 1770 se penaba con azotes. Años más tarde, se fue restringiendo a lugares cerrados y así fue que comenzó a privatizarse, a salir de la calle y eso va a sucederse a lo largo de su historia. Por otro lado, en las calles se desafían las prohibiciones, jugando con agua, huevos y harina.

Los festejos, que se realizan desde la época colonial y en el cual confluyen distintas culturas, revela, desde mediados del siglo XIX -detrás de la risa y la máscara- las diferencias sociales de un país y una ciudad.

La sátira, el baile, con mucha influencia africana, la música callejera, el humor, el desparpajo y la burla, son los rasgos más distintivos. Aquí sí, al igual que en el medioevo, la máscara y el disfraz proponen la confusión de lugares sociales y hasta de sexos, lo que hizo que se lo tomara por un hecho subversivo y conllevó a varias prohibiciones a lo largo de su historia y lo llevó a refugiarse en salones privados.

La característica más marcada fue la de la influencia de la cultura de los esclavos negros de la colonia, alrededor de 1600 en el Río de la Plata, quienes se congregaban junto a sus amos para celebrar este festejo con sus canciones, sus melodías, sus instrumentos y bailes.

Otra de las costumbres que caracterizó al carnaval porteño fue la de arrojarse agua. Los bonaerenses se mojaban los unos a los otros; ricos, pobres, blancos y negros, esclavos y señores. El abuso de esta costumbre causó distintas prohibiciones, y recién en 1854 se volvió a celebrar con permiso. El carnaval volvió, pero con un reglamento que había que respetar: se realizaban bailes públicos en distintos lugares de la ciudad, previo permiso policial. Allí surgieron las primeras comparsas.

Los carnavales porteños más brillantes se vivieron durante la presidencia de Sarmiento,  fanático del carnaval y cuentan que no le molestaba si le arrojaban agua, incluso cuando era presidente. Allí se realizó el primer corso de 5 cuadras donde participaron 16 comparsas con guitarras, violines y cornetas. Se comentó que el mismo presidente había asistido con un gran poncho y cubierta la cabeza con un chambergo.

Llegado el siglo XX, en cada barrio, organizadas por vecinos y comerciantes, había una murga con jóvenes artistas que, junto con los músicos y las mascaritas, animaban la jornada. Las plazas y las fachadas de los edificios se adornaban con guirnaldas, banderines y lamparitas de colores.

La Avenida de Mayo albergó al corso oficial de la ciudad. Para quienes preferían un ambiente más selecto, se celebraban bailes en el Jockey Club, clubes de barrio y el Club del Progreso. También los teatros como el Ópera, el Politeama, el Marconi y el Smart, se convertían en salones de baile. La orquesta se situaba sobre el escenario, y los palcos se alquilaban.  Los bailes de Carnaval fueron la base del relanzamiento del tango. 

En la década del 30, las agrupaciones de carnaval de los barrios, pasaron a tener nombres paródicos, acompañados del nombre del barrio de origen: Los Eléctricos de Villa Devoto; Los Averiados de Palermo; Los Criticones de Villa Urquiza; Los Pegotes de Florida y Los Curdelas de Saavedra, son algunas murgas legendarias de aquella época.

La dictadura en 1976 prohibió los carnavales y derogó, a través del decreto 21.329 firmado por Jorge Rafael Videla, el artículo primero del decreto ley por el cual el lunes y martes de Carnaval eran feriados nacionales.

En 1983, con el retorno de la democracia, las calles de Buenos Aires, retomaron la música, el espíritu y el color del carnaval. Actualmente, las murgas mantienen viva la pasión el baile, la parodia, los disfraces y el sonar del bombo. Muchos jóvenes artistas del teatro, la música y la danza han retomado la estética carnavalesca, dando difusión a este género en distintos centros culturales.

A través de nuevas formas y de las distintas regiones del país, el carnaval se recicla, revitaliza, y también adopta modos de resistencia; las murgas barriales son instrumentos de integración, donde la participación y la creación colectiva superan al individualismo que suele prevalecer en los tiempos que corren.

Derecho humano universal

La gratuidad universitaria cambió para siempre el destino de la educación superior en la Argentina. Hoy, el desafío es pensarla como un derecho humano universal.

El 22 de noviembre de 1949, a través del Decreto Presidencial N° 29337, y tras un largo proceso, se logró la tan ansiada democratización  en el acceso a la educación superior en la Argentina. Si bien hoy parece ser un hecho casi natural, la gratuidad de los estudios universitarios fue una conquista que demandó años de lucha.

La Reforma Universitaria de 1918 se caracterizó por el anhelo de innovación y un espíritu democratizador que siguió por varias generaciones. En ese entonces ya se cuestionaba el carácter exclusivo de la educación superior, a la cual sólo tenían acceso las clases acomodadas.

Pablo Pineau, Doctor en Educación de la Universidad de Buenos Aires, y especialista en educación superior argentina y latinoamericana da cuenta del proceso y de los primeros intentos de transformación en este sentido: “Si bien la gratuidad universitaria es una demanda que empieza a plantearse ya en la Reforma del 18, recién se obtiene en 1949, durante el gobierno peronista. Hubo que llegar a otro modelo de Estado, a otro modelo político para que la gratuidad fuera una realidad”.

Alcance y contexto de la ley

Para entender la gratuidad universitaria hay que ponerla en contexto: “El hecho sucedió durante un gobierno peronista y la notable distribución de recursos que llevó a cabo. Se logra, por un lado, la masificación de la escuela secundaria y se ponen las bases para que realmente en las décadas siguientes, sobre todo en la década del 60, la universidad comience a masificarse”, explica.

El decreto firmado por el presidente Perón, en sus considerandos decía: “Que el engrandecimiento y auténtico progreso de un pueblo estriba en gran parte en el grado de cultura que alcance cada uno de los miembros que lo componen; que por ello debe ser primordial preocupación del Estado disponer de todos los medios a su alcance para cimentar las bases del saber, fomentando las ciencias, las artes y la técnica en todas sus manifestaciones”.

“El avance y el alcance de esta ley tuvo que ver con que fue nacional, no un decreto o un reglamento interno de la universidad que estableció la gratuidad. Esto le otorgó más legitimidad a la medida.  Buena parte del reformismo se opuso a la gratuidad, porque entendía que, supuestamente, violaba la autonomía universitaria. Esto es un tema aun hoy, cuando muchos confunden el concepto de autonomía con el de soberanía”, aclara el especialista.

Un golpe al elitismo universitario

A partir del establecimiento oficial en el país de la gratuidad, la matrícula universitaria aumentó exponencialmente.

Según datos del Ministerio de Educación de la Nación, en 1945, la matrícula era de 47.400 estudiantes; en 1950 de 80.445; en 1955 de 138.317, y así fue subiendo notoriamente hasta el año 1975 que ya contaba con una matrícula de 487.389 estudiantes, número que disminuyó drásticamente, tras el golpe de Estado del 76.

Claramente, uno de los grandes cambios que la gratuidad trajo a la universidad fue permitir o facilitar el acceso a ciertos grupos que antes no podían hacerlo. “En términos comparativos, la gratuidad fue un duro golpe al elitismo universitario –dice Pineau- lo cual no quiere decir ni que la universidad haya dejado de serlo totalmente, ni tampoco que no haya armado nuevos dispositivos; pero sin lugar a dudas, hay que ubicar a la gratuidad dentro de la serie de uno de los grandes hechos que avanzó hacia el proceso de democratización”.

La gratuidad, por años y aún hoy, sigue siendo tema de debate: “En las últimas décadas, empezó a pensar la gratuidad no simplemente como el no pago, que ya es bastante, sino a través de otras formas: cómo acompañar a los alumnos, o cómo pensar sistemas de abaratamiento de los estudios. Esto también trajo el problema de la supuesta devolución de lo enseñado, y fortaleció un elemento elitista para arancelar: si yo supuestamente pagué la universidad, tengo el derecho a hacer lo que quiera con lo que se me dio”. 

A estas posturas, Pineau agrega: “Hay, además, algo que había en el origen, sobre todo en el sistema de becas que se daban en otros lugares que es pensar que la obtención de una beca implica también la devolución de lo dado. En eso hay algo de pensar la gratuidad como una forma de devolución social al bien recibido”.

Educación universitaria como un derecho

En la Declaración Final de la Conferencia Regional de Educación Superior en América Latina y El Caribe, realizada en 2008 en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia, se establece que “La Educación Superior es un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado. Ésta es la convicción y la base para el papel estratégico que debe jugar en los procesos de desarrollo sustentable de los países de la región”.

La declaración fue de vital importancia para la educación en la región y sobre todo, de la educación universitaria. Se buscó pensar políticas que apuntaran al horizonte de una educación superior para todos y todas, teniendo como objetivo el logro de una mayor cobertura social, con calidad, equidad y compromiso de los pueblos.

A propósito de aquella conferencia, Pablo Pineau reflexiona: “En la actualidad, en el Siglo XXI, pensar la gratuidad universitaria es pensar el derecho a la educación superior. En momentos de fuerte mercantilización en que se concibe la educación superior como una mercancía a ser comprada y vendida, la idea planteada desde Cartagena y muy sostenida por muchas universidades públicas argentinas de que la educación superior es un derecho, implica su indudable gratuidad”.

Una mujer adelantada

Cecilia Grierson fue la primera médica argentina. Allá por 1889 no le fue fácil convivir en un mundo de hombres, tanto es así, que nunca logró ser jefa de cátedra ni de sala por su condición de mujer. Sin embargo, logró destacarse como docente, fundó la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios y la primera escuela de enfermeras de Sud América, entre otras cosas.

Cecilia Grierson nació un 22 de noviembre de 1859 y se graduó de médica en la Universidad de Buenos Aires el 2 de julio de 1889, cuando tenía 30 años. Su tesis doctoral trató sobre “Histerio-ovarotomías ejecutadas en el Hospital de Mujeres, desde 1883 a 1889”. Desde entonces y durante toda su vida, se iba a interesar por las mujeres en todos los planos.

Había nacido en la provincia de Entre Ríos. En 1878, se recibió de maestra, ejerció durante algunos años, pero se decidió por la Medicina, entre otras cuestiones prácticas por la enfermedad de una amiga: “Tenía una amiga, distinguida condiscípula, noble espíritu, cuyo organismo se ha­llaba minado por una lenta enfermedad. Creía que podría salvarla poseyendo los conocimientos necesarios, es decir, siendo médica ¡Vana ilusión! Murió Amalia Kenig algunos años después que obtuve el diploma anhelado”.

Completó su carrera en el plazo normal de seis años, a pesar de trabajar 8 horas diarias mientras realizaba sus estudios. Durante el transcurso de la misma, fue Ayudante del Laboratorio de Histología, al tiempo que realizaba la práctica hospitalaria en la Asistencia Pública.

Para lograr su ayudantía, escribió al entonces decano de la Facultad de Medicina Dr. Pedro Pardo diciendo: “Como el Sr. LLovet renuncia a su cargo de preparador de histología patológica, solicito se me nombre en su reemplazo. Todo el año me he dedicado a esa práctica y soy considerada una de las mejores alumnas en la materia”. Así fue que entre 1885 y 1888 se destacó como ayudante de histología en la Facultad.

Antes de terminar sus estudios de medicina, también comenzó a trabajar en el Hospital San Roque -hoy Ramos Mejía de la Ciudad de Buenos Aires-, donde se dedicó a la ginecología y obstetricia. Siempre supo combinar la asistencia y la enseñanza de diversos temas.

En 1886, fundó la primera escuela de enfermeras de Sud América, que fue oficializada por la Asistencia Pública en 1891.

Para sus alumnas de enfermería escribió el folleto: “Guía de la Enfermera”, y publicó “Primeros auxilios en casos de accidentes”. Más tarde, en 1897, publicó el texto “Masaje Práctico” a beneficio de la asociación de enferme­ras y masajistas que acababa de constituir.

Una mujer que supo ocupar espacios

Ya recibida de médica y con vasta experiencia, hizo uno de sus viajes a Europa, donde en París, realizó cursos de perfeccionamiento en ginecología y obstetricia y fundó, de vuelta en Argentina, en el 1900, la Asociación Obstétrica Nacional y, en 1902, la Escuela Técnica del Hogar, donde se dictaban cursos de economía doméstica y puericultura, con la idea de enseñar a las jóvenes “conocimientos útiles”.

En 1891 fue una de las fundadoras de la Asociación Médica Argentina y el 15 de abril de 1892 fundó la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios, que se ramificó a varios lugares del país y cuya enseñanza se hizo extensiva a varias instituciones, centros y reuniones, sobre todo, en barrios humildes.

Fue miembro activo de la Cruz Roja, y de mu­chas otras instituciones benéficas y de educación. 

Cuenta Cecilia en sus memorias que esto le valió un curioso pergamino: ser miembro honorarioa de la sociedad «Bomberos Voluntarios de la Boca», así como ser socia ho­noraria del Club del Progreso de esta capital.

En 1892 colaboró con la realización de la primera cesárea que tuvo lugar en la Argentina y dos años después, en 1894, se presentó en el concurso para cubrir el cargo de profesor sustituto de la Cátedra de Obstetricia para Parteras.

El concurso fue declarado desierto, porque en aquellos tiempos las mujeres todavía no podían aspirar a la docencia universitaria. Así se refería Cecilia Grierson, al respecto: “Debo de­clarar que siendo médica diplomada, intenté inú­tilmente ingresar al profesorado de la Facultad, en la sección en que la enseñanza se hace sólo para mujeres. No era posible que a la primera que tuvo la audacia de obtener en nuestro país el título de médico-cirujano se le ofreciera alguna vez la oportunidad de ser médico jefe de sala, directora de algún hospital, o se le diera un puesto de mé­dico escolar, o se le permitiera ser profesora de la Universidad”.

En Europa también se interesó por los institutos de ciegos y presentó un informe que se publicó en el Boletín Oficial, del 1º de mayo de 1900, y en el Monitor de Educación Común, del 1º de junio de ese mismo año; además, trajo de las mejores instituciones, material de enseñanza para los ciegos, siendo también en esta temática, pionera en nuestro país.

Feminista internacional

En 1899, Cecilia Grierson participó como presidenta del Congreso Internacional de Mujeres que se realizó en Londres, lo que le permitió, un año después, fundar en nuestro país, el consejo de mujeres. Junto a la Asociación de Mujeres Universitarias, del cual fue cofundadora, impulsó el Primer Congreso Feminista Internacional de Argentina, en el cual se discutió la educación, la legislación del trabajo femenino, el abandono de los hijos y el sufragio universal.
“En el primer Congreso Femenino Internacional, reunido en nuestro país, agasajamos a las delegadas y concurrentes e hicimos conocer en el extranjero la acción de la mujer en la Ar­gentina, mediante la publicación en un volumen de los trabajos presentados y conclusiones vota­das en esa ocasión”.

La Dra. Cecilia Grierson falleció el 10 de abril de 1934. Dejó un legado inconmensurable en el campo de la educación y la medicina, pero, fundamentalmente, se la recordará porque supo ser una mujer adelantada para su época, que abrió y sigue abriendo caminos difíciles de transitar, aún hoy, para las mujeres.